Los Centros Internacionales y la cultura de la acogida

Cultivar el encuentro y el diálogo en la diversidad. Es lo que sucede desde hace 40 años en los Centros Internacionales de las Misioneras Seculares Scalabrinianas, verdaderos laboratorios de relaciones, donde jóvenes de diferentes lenguas, culturas y procedencias aprenden a mirar al otro con nuevos ojos.
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Los Centros Internacionales nacieron en Stuttgart en 1982 y hoy están presentes en Solothurn, Milán, São Paulo y Ciudad de México. Se inspiran en la intuición profética del Beato Giovanni Battista Scalabrini, quien a finales del siglo XIX asistió espiritual y materialmente a los migrantes italianos en Estados Unidos y Sudamérica. En 40 años, por los Centros Internacionales han pasado miles de jóvenes y refugiados, autóctonos y migrantes: han compartido espacios, momentos de ocio y de reflexión, creando relaciones que perduran en el tiempo.

En el mes de agosto, en el Centro Internacional de Solothurn, el Internationales Bildungszentrum G. B. Scalabrini en Suiza, las Misioneras Seculares Scalabrinianas propusieron un momento de fiesta, la SOMMERFEST, para reunir a algunas de las personas que durante el año han dado vida a este espacio con su presencia. Participaron los refugiados y voluntarios que cada semana pasan la tarde con ellos jugando, conversando o dando clases de gramática.

Entre los refugiados está Jamen, kurdo, proveniente de Siria: llegó aquí hace tres años, estaba solo y no conocía el idioma. En el Centro encontró una “brújula”, un lugar donde finalmente se sintió en casa. Chiara, de 20 años, realizó aquí sus prácticas después de graduarse. Sus abuelos emigraron de Italia en los años 70 y para ella, nacida y criada en Suiza, estos encuentros se convirtieron en la ocasión para reencontrar en las personas que conoció un poco de sus raíces.

Un entramado de rostros e historias, que en los Centros Internacionales han descubierto el mensaje revolucionario y aún tan actual de Giovanni Battista Scalabrini: todos pertenecemos a una sola familia, la de la humanidad. Como lo testimonia Veronica, que huyó de Nicaragua con su esposo y sus dos hijas: “Ser extranjeros nos despoja y nos hace sentir fuertemente la necesidad de una familia, de una hermandad, de una comunidad; aquí he encontrado las tres cosas. Ahora puedo decir que, en medio de tantos sufrimientos y dificultades, me he convertido en una mejor persona”.

Aún hoy los Misioneros, las Hermanas Misioneras, las Misioneras Seculares y los voluntarios scalabrinianos viven la misión de hacer caminar en la historia el sueño de comunión de Dios, haciéndose “migrantes con los migrantes”.