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© Misioneras Seculares Scalabrinianas - 2022
¿Quiénes somos?
Una comunidad
en éxodo
Somos Misioneras Seculares Scalabrinianas, un Instituto Secular en la Iglesia Católica. En nuestra diversidad de procedencias y culturas nos une una vocación al seguimiento de Jesús en los caminos de los éxodos de nuestro tiempo y una historia que comenzó en Solothurn, Suiza, en 1961 en un contexto migratorio y scalabriniano.
Vivimos en pequeñas comunidades en los Centros Internacionales "G.B. Scalabrini", donde con jóvenes y amigos de varias nacionalidades, culturas y religiones, deseamos hacer espacio a esa comunión en la diversidad que soñamos para el mundo entero.
Un regalo para compartir
Al principio de nuestra historia no solo hubo una respuesta a una necesidad social, sino sobre todo el asombro ante una experiencia de amor grande y totalizadora, un asombro que nunca ha desaparecido, es más, está más vivo que nunca.
En nuestra vida misionera, por encima de todo, destaca la gratitud por el don de Dios que nos llama a vivir la consagración al seguimiento de Jesús en el mundo de los migrantes; y a experimentar, en la acogida de Jesús crucificado-resucitado, reconocido en cada hombre migrante y en todo lo que es extranjero, imprevisto, hostil, la siempre sorprendente novedad de su amor: “Era extranjero y me acogisteis. Lo que hicisteis al más pequeño, a mí me lo hicisteis” (cf. Mt 25,35.40).
Elinicio
de una historia
Nuestra comunidad comenzó en 1961 en Solothurn con Adelia Firetti, una joven maestra de Piacenza, que llegó a Suiza invitada por los Misioneros Scalabrinianos para dar clases a los hijos de los emigrantes, pero también impulsada por una profunda búsqueda de fe. La escuela, de hecho, debido a las dificultades surgidas con las instituciones, no se abrió.
Frente a un futuro que se cerraba a sus expectativas, Adelia intuía sin embargo que la elección más profunda que debía hacer era la de arraigarse en una relación vertical de fe con Dios, de quien esperar ese futuro por el que deseaba entregar su vida. En esa experiencia podía percibir la presencia plena de amor de Jesucristo crucificado-resucitado, que la llamaba a seguirle, en una entrega incondicional de su vida.
"Era el 25 de julio. Un conjunto de sentimientos, entre el
miedo y la confianza, me atravesaba. Ese Dios que me
había llevado hasta allí me hacía percibir en mi propia experiencia la presencia, llena de amor, de su Hijo crucificado y resucitado. En ese momento de oración le dije mi sí, entregándole totalmente la vida.
Este voto secreto se convirtió en mi punto de referencia y mi esperanza: pasara lo que pasara, podía pasarme todo, estaba entregada a Dios y para siempre. Me había puesto en sus manos y el haberme confiado a Él era mi fuerza y mi alegría”.
Adelia Firetti
El CORAZÓN
de nuestra vida
Este sí al amor de Dios, que se conjuga con la experiencia liberadora de una profunda alegría que nada ni nadie nos puede quitar, esta entrega siempre renovada a Él de nuestra pequeñez y desproporción es hasta hoy el corazón de nuestra vida, de nuestras diversas inserciones profesionales.
De hecho, la contemplación y la oración se convierten para nosotros en “la parte más viva, más fuerte y más poderosa” de nuestra vida y misión. Ellas encienden en nuestra vida la alegría de colaborar con Dios en su proyecto de comunión entre persona y persona, entre los pueblos.
Los votos se convierten en el espacio de remisión a la vida filial de Jesús que es “la sal y la levadura” que desde dentro puede transformar el mundo; el único que puede responder a la sed más profunda de cada hombre, la sed de relaciones auténticas, de una vida plena.
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