Este fue el tema de la Scalabrini Fest 2023, propuesta por las Misioneras Seculares Scalabrinianas y celebrada en Solothurn, Suiza, en el Centro Internacional Scalabrini, el sábado 29 y domingo 30 de abril. Unos 270 participantes de 38 países de origen diferentes, con diversas situaciones de vida e historias a sus espaldas, se encontraron y compartieron momentos de reflexión, intercambio y fiesta guiados por el tema de la esperanza. Las Scalabrini Fest se proponen como encuentros de formación desde 1995, pero la de este año fue la primera después de la canonización de Giovanni Battista Scalabrini, ocurrida el pasado 9 de octubre de 2022 en Roma. Personas del lugar, migrantes desde hace tiempo en Suiza, refugiados, estudiantes internacionales, familias jóvenes, niños, chicos y chicas se reunieron para compartir experiencias de vida y de fe, confluyendo luego en la celebración eucarística presidida por el Padre Valerio Farronato, misionero scalabriniano, en su quincuagésimo aniversario de sacerdocio. La fiesta continuó con especialidades y música de diferentes países, para alegrarse juntos del simple hecho de estar juntos, como hermanos y hermanas de una sola familia. Los gastos del encuentro se sostuvieron con el estilo de la comunión de bienes: no se preveía una cuota fija de participación, sino que cada uno pudo dar su contribución libre y responsable. “Dilatemos más que nunca nuestros corazones, esperemos; pero que nuestra esperanza sea tranquila, paciente; esperemos, pero sin cansarnos. […] Si Dios, en sus adorables designios, tarda en escucharnos, nosotros redoblamos nuestra confianza, contraponiendo […] a la incredulidad del mundo una confianza ilimitada” Esto comunicaba el santo Scalabrini a su Diócesis en la Cuaresma de 1877, y estas palabras han resonado más actuales que nunca. Guiados por la reflexión de Anna Fumagalli, misionera secular scalabriniana, biblista, los participantes pudieron profundizar en cómo la esperanza cristiana, una esperanza con fundamento en Dios, es realmente una esperanza para todos, capaz incluso de superar la muerte, una esperanza que no cubre ni deja de lado lo negativo, sino que lo valoriza mostrando, como sucedió en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, que allí donde todo parece terminar en realidad está comenzando algo nuevo. Por eso la esperanza cristiana es un llamado a la responsabilidad: el de ejercitarnos en ver y amar cada signo de vida nueva ya presente en el mundo. En este tiempo donde vientos de guerra soplan fuerte en todo el mundo, donde los extremismos y nacionalismos parecen difundirse en la sociedad, cada ocasión de encuentro, intercambio y diálogo entre personas de diferentes procedencias y condiciones sociales es y se convierte en signo de esperanza y muestra que la convivencia y la paz son posibles y parten de lo pequeño, involucrando a todos, sin excluir a nadie. Giulia Civitelli Misioneras Seculares Scalabrinianas

